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Admirador de la pintura, a José Maria Pinedo le ha gustado emular a los maestros de la Historia del Arte retomando su composición y sus motivos en sus nuevos cuadros. El propio lenguaje del joven artista iba dando forma a unas obras ya consagradas en los grandes museos. De esta manera, evitando la simple copia, manifiesta, en primer lugar, su homenaje a la pintura clásica, a la tradición-"lo que no es tradición es plagio", decía don Eugenio D'Ors-para crear lo que en Francia se denominan los "d'prés", los después de Zurbaran, después de Matisse o de Monet.

    Por otra parte, José Maria Pinedo mientras miraba con atención y delectación a la gran pintura, ha "hecho mano" y ha afianzado su propio lenguaje. Una dicción plástica singular que se llena de color y ritmo, que se nutre del pop y de su alegría cotidiana, robada de los iconos urbanos, domésticos o publicitarios, que sigue haciendo todavía guiños a los temas de las grandes obras, de los maestros consagrados. Para el autor no hay asunto pictórico que no entre en sus cuadros fundamentalmente figurativos: interiores, naturalezas muertas, bodegones, anomalística y hasta su propia paleta como rotunda metáfora del color y del oficio de pintor.

    José Maria Pinedo es un artista que sabe mirar, contemplar, que conoce el modo de hacer pintura de lo observado, que trabaja de modo lúdico y certero con la composición y el cromatismo para lograr cuadros rotundos, piezas armónicas que comienzan a llamar la atención de los coleccionistas. Habrá que estar atentos al desarrollo plástico de su carrera pictórica.